Techo de Cana

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lunes, 25 de abril de 2016

Cinco jugarretas que te hace el cerebro para que quedes como un idiota

La ciencia seria tratada con buen humor es uno de los mejores regalos que puede ofrecer un científico. En «El cerebro idiota» (Temas de Hoy), el neurocientífico Dean Burnett, profesor de la Universidad de Cardiff, derrocha ambos, ciencia seria y buen humor, para aclararnos los motivos por los que nuestro cerebro, supuestamente tan brillante y evolutivamente avanzado, nos juega a veces malas pasadas (Aquí te contamos algunos despistes). Son imperfecciones de un cerebro sano por las que todos hemos pasado alguna vez y que nos han hecho sentir, como dice el título del libro socarronamente, como un idiota. Si es así, échele la culpa a su materia gris... Aquí recogemos cinco ejemplos de los muchos que pueden encontrarse en el volumen. Uno de esos desarreglos tiene que ver con el miedo. Está usted en la cama, a altas horas de la madrugada, abre medio ojo y se da cuenta de que entre la sombras hay una junto a la puerta que parece... ¡horror, parece un encapuchado con un hacha! No es más que la bata de estar por casa que usted mismo ha colgado del perchero antes de meterse en la cama, pero algo le ha hecho reaccionar de esa forma tan alterada. El motivo es que para nuestro cerebro la vida diaria está llena de peligros ante los que debe reaccionar con respuestas de «lucha o huida». Responde a años de evolución: si nuestros antepasados veían una sombra era mucho mejor temer que fuera un tigre, por una mera cuestión de supervivencia. El que se quedaba a esperar a ver de qué se trataba tenía más probabilidades de convertirse en desayuno. Burnett explica también en el libro cómo el cerebro procesa toda esa información a través del tálamo, donde llega como si fuera una estación principal; el córtex, la parte analítica que la examina; y la amígdala, la parte que procesa las emociones fuertes y si algo va mal enciende la alerta roja. Es muy rápida, lo que explica por qué nos asustamos de forma instantánea cuando un globo estalla sin que nos dé tiempo a procesar lo suficiente para darnos cuenta de que ha pasado algo inofensiva. Además, entra en juego el hipotálamo, que avisa al sistema nervioso para poner en marcha al resto del organismo... por si hace falta salir corriendo o liarse a porrazos.

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